Por Ezer M. Calderón Pavón, Coordinadora Educativa de Fundación Zamora Terán. ecalderon@fundacionzt.org
Durante las últimas décadas diversos sistemas educativos de la región se han esforzado por incorporar el uso de la tecnología en aula, con la esperanza de que la calidad educativa mejore, errando, al enseñar a usar la tecnología y no a través de esta; en consecuencia, los resultados no han sido los esperados.
Hace unos meses el mayor reto era prepararse para el futuro, que implicaba hacer frente a los cambios acelerados de la tecnología, y mantenerse vigente. Hoy ese futuro lo tenemos frente a nuestros ojos; la pandemia provocó que nos encontremos ante una nueva versión de la sociedad, nuevos desafíos y una nueva escuela. Nunca antes, integrar tecnología en educación había sido un requerimiento tan importante, hoy es más que eso, es la necesidad de continuar educando a millones de niñas y niños que representan el futuro de las naciones.
Expertos aseguran que el 65% de los niños y niñas de hoy tendrán trabajos que aún no existen, pero, ¿está la escuela capacitada para formar individuos capaces de adaptarse a esta realidad? y más importante ¿están los docentes preparados para asumir esa misión? Antes de la crisis sanitaria de 2020, las estadísticas de Banco Mundial (2018) evidenciaban que el 53% de los niños/as de 10 años en los países de ingresos medios y bajos, no podían leer y entender un texto corto; con la pandemia, esta crisis de aprendizaje llegó al 63%, marcando una tendencia de crecimiento que podría afectar la consecución del ODS4 Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
La pobreza de un país no solo se mide en términos económicos, si no educativos (Banco Mundial, 2020).
¿A qué nos enfrentamos durante el 2020?
- Carencia de formación en el uso e integración de herramientas digitales. Tan solo el 48% de los docentes de Latinoamérica habían sido entrenados para enseñar usando TIC (UNESCO, 2012).
- Docentes de la región empleando prácticas de instrucción activa por debajo del estándar requerido para ser efectivos (menos del 50% del tiempo en instrucción), (Banco Mundial, 2015).
- Falta de equipamiento y conectividad. 44% de los hogares de Latinoamérica con acceso a conectividad (CEPAL, 2017).
- Falta de contenidos y recursos.
La respuesta brindada ante los retos educativos en el marco de la pandemia, puso de manifiesto cuatro grades realidades:
- la capacidad, ingenio y creatividad de los educadores en contextos de crisis, aún sin contar con las competencias pedagógicas y tecnológicas necesarias;
- la confirmación de que usar tecnología en el aula no asegura el éxito, sino que se requiere acompañamiento pedagógico e implementación de metodologías, técnicas y estrategias pertinentes que respondan a las necesidades educativas;
- la ratificación de que la educación es la base fundamental para el desarrollo sostenible, posicionando al docente como el agente para lograr la transformación educativa anhelada, y;
- que la educación en línea tiene el potencial no solo de garantizar la continuidad de las clases, sino también de minimizar los efectos a mediano y largo plazo de la llamada “Crisis de Aprendizaje”.
Dada la relevancia de los maestros en esta fase de transformación educativa, es preponderante que los programas de desarrollo profesional docente garanticen los conocimientos, habilidades y competencias que permitan mejorar la práctica pedagógica actual; puesto que los procesos educativos en medios virtuales, requieren además de la tecnología, la metodología adecuada y fluidez digital como base para la transición e integración. En este sentido, el modelo Technological Pedagogical Content Knowledge (Conocimiento Tecnológico, Pedagógico y de Contenido o Disciplinario) (TPACK) de Mishra & Koehler, 2006; nos aporta que la clave para lograr la transición exitosa de la educación presencial a la virtual, o bien, la adopción de modelos híbridos, es la necesaria vinculación entre los diferentes conocimientos y dominios del docente, considerando: disciplina, pedagogía y tecnología. Estos elementos, brindan una visión integral a los maestros que a su vez, favorece el diseño de experiencias de aprendizaje que respondan a las necesidades educativas,
Los docentes de hoy preparan a los estudiantes del futuro
Según el Banco Mundial (2020), todos los sistemas educativos del mundo se encuentran en modo de atención a la emergencia y eso está bien, sin embargo, construir modelos educativos innovadores y sostenibles es hacia dónde vamos. Por tanto, se debe favorecer el desarrollo profesional docente que permita:
- Analizar, reflexionar y retomar las buenas prácticas de integración de tecnología que ha funcionado en modelos de emergencia y transformarlos en sostenibles.
- Promover el intercambio y la colaboración entre los maestros; esto les ayudará a convertirse en facilitadores de experiencias de aprendizaje, basadas en la implementación de buenas prácticas compartidas; mediante espacios de colaboración con otros educadores. UNESCO, a través del informe 2020 de la Comisión internacional sobre Los futuros de la educación, establece como 3ra acción estratégica, valorar la profesión docente y la colaboración de los maestros.
- Asumir un rol de facilitadores y guías pedagógicos, capaces de promover interacciones de aprendizaje donde los estudiantes sean los protagonistas y creadores de soluciones; de esto hablaremos un poco más en el siguiente artículo.
- Favorecer procesos de formación basados en metodologías experienciales que, además, promuevan una cultura de innovación educativa; implementando metodologías ágiles para convertir la práctica pedagógica, en un espacio de co-creación, solución de problemas y aprendizajes para la vida.
- Brindar acompañamiento pedagógico que facilite un proceso de reflexión y mejora continua, para la implementación de prácticas pedagógicas efectivas.
De la efectividad del docente de hoy, dependen la calidad educativa, el desarrollo económico y social de los países; por ello, los sistemas educativos deben implementar acciones conducentes para la formación de educadores efectivos, capaces de promover estudiantes críticos, solucionadores de problemas y desarrollar una comunidad educativa abierta a la innovación.